Conocí a Julia en la camioneta de regreso a Soledad de Doblado, después de llegar a Boca del Monte y tomar un taxi colectivo hacia la cabecera municipal para averiguar si tenían noticias de los migrantes que según el periódico había regresado contentos de los Estados Unidos. De visitar a su madre, se sube en la cabina de la camioneta Julia con su hijo Fernando, el niño que sonríe. Enrique, el conductor y host de la conversación que continuará por una hora sin interrupciones en camino de regreso a Soledad, acomoda a Julia en el asiento delantero.
Yo he andado por todos lados y sigo, aunque me han ofrecido un trabajo en un taxi, ¿con quién? pregunta Enrique, el joven titubea, asegura no recordar el nombre del contacto aun cuando Enrique trata de ponerle caras a las escasas referencias que le brinda la joven. Hace tres meses, Julia regresó de los Estados Unidos y desea que la vida en Veracruz funcione. De acá no te vas, dice advertirle a su marido, cinco palabras que repite en su conversación vivaz y soez con Enrique, el conductor del pirata. Enrique maneja, se detiene para levantar pasajeros, ríe, y previene por el espejo retrovisor.
ENRIQUE No se asusten con lo que hablamos, es para que no se haga tan largo el camino.
Originaria de Boca del Monte, Julia acaba de regresar de los Estados Unidos y hace todo esfuerzo para evitar que su marido regrese al norte mientras Teresa, en Comapa, cuestiona el propósito y los logros de su marido quien trabajó por más de cuatro años del otro lado. Ambas se resisten a aceptar los cambios que la migración ha provocado, y aun provoca, en ellas y en sus familias.